«Somos como una sola persona».
De pronto me abrumó
la realidad de mis palabras.
Ese momento era tan perfecto, tan auténtico.
No dejaba lugar a la duda.
Me rodeó con los brazos,
me estrechó contra él
y hasta la última de mis terminaciones
nerviosas cobró vida propia.
«Para siempre» concluyó...
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